El presente artículo pertenece a mi colección de borradores prepandémicos que se hallaba perdida en mi PC y que hoy me ha saltado a la cara buscando otra cosa. Se escribió originalmente en 2018 y lo que vais a leer sería la primera parte del texto, aunque queda bastante autoconclusiva. Mi idea inicial era exponer lo que me había hecho sentir el juego en cuanto a los personajes, su tratamiento de la ansiedad y el tema de la accesibilidad.
Como lo escribí en caliente, no era capaz de plasmar lo que sentía de forma coherente y acabé abandonando el texto. Sin embargo, tras haberlo releído hoy, me he dado cuenta que el trozo que hablaba sobre el modo asistencia se había convertido en una especie de reflexión personal que bien valía la pena publicar. Espero que os guste.
El martes por la mañana me levanté con ganas de pasar el día frente a la PS4 que hacía siglos que no tocaba, ya que suelo jugar en PC y la consola la suele tener acaparada mi pareja. Mi intención era retomar mi partida al Horizon Zero Dawn, pero como no me aparecía en la lista de juegos pese a haber metido el Blu-ray acabé jugando a otra cosa: un juego indie que salió en enero y del que se ha hablado mucho; un juego que va de escalar una montaña, tanto de forma literal como figurativa; un juego que nos habla de la superación personal, de nuestros miedos e inseguridades y de la fina línea que separa la determinación de la obstinación. Sí, ese juego no es otro que Celeste.
Empecé la partida y, como ya iba avisada de que era difícil (porque ”no era para mí”), fui derecha a las opciones para activar el modo asistencia. Entonces pasó algo. El juego me preguntó “¿estás segura de que quieres activarlo? Se recomienda jugar la primera vez sin asistencia”. Yo me quedé pensativa. ¿Me rendía antes de empezar o me desafiaba a mí misma? Opté por desafiarme. Hemos venido a jugar, ¿no?
No hay cosa que más rabia me dé que el hecho de que alguien me diga “esto no es para ti”. ¿Por qué, os preguntaréis? Pues por el simple motivo de que no tolero que nadie me imponga límites y mucho menos me diga qué puedo o no dejar de hacer. Si acaso ya sabré yo hasta dónde soy o no capaz de llegar o cuándo estoy dispuesta a claudicar.
Soy una persona muy impaciente y este tipo de juegos me lo recuerdan constantemente. Me produce mucha ansiedad no poder pasar cuando yo quiero y tener que calcular el timing exacto para esquivar obstáculos o para aterrizar en una plataforma que se mueve. No me gusta que me digan cómo tengo que hacer las cosas, no me gustan las reglas dadas, prefiero vivir según las mías propias. Y este juego me permite hacer exactamente eso gracias al modo asistido.
Celeste me ha recordado quién soy y hasta dónde estoy dispuesta a llegar, pero también me he analizado a mí misma parte del camino mientras jugaba y he sido consciente de ciertos patrones de conducta que repito una y otra vez. El primer nivel me lo pasé sin asistencia porque apenas había elementos hostiles. Era cuestión de fallar y repetir hasta saltar en el punto exacto, y si te tomas el tiempo necesario para estudiar la pantalla en vez de ir a lo loco encuentras la ruta que te conviene sin muchas dificultades. He tenido que morir 20 veces en el mismo punto para pararme, analizar qué estaba haciendo y decir “a ver, ¿por qué no pruebas a escalar esa pared de la izquierda en vez de saltar por las plataformas que se caen?”. O recordarme cada vez “esquiva ese muelle, que hay pinchos arriba”. Así, muerte tras muerte hasta un total de 187, logré pasarme el primer nivel.
Durante el segundo nivel las cosas se empezaron a complicar en la fase de la persecución. Decidí que ralentizar el movimiento seria lo más indicado y me funcionó. Al menos, durante unas pantallas. luego vi que la opción que más me convenía era la de hacer sprint todo el rato y la activé. Y oye, mucho más divertido todo. En ese momento me tuve que recordar a mi misma una cosa que se me olvida constantemente. Yo no he venido a este mundo a sufrir y pasarlo mal. He venido a aprender, sí, pero mientras eso sucede voy a disfrutar. Y cuando cojo un videojuego espero pasármelo bien, no sufrir con él. Porque, siendo sincera, mi vida ya es lo suficientemente deprimente de por sí como para añadirle frustración extra derivada del ocio.
Mi umbral de la tolerancia a la frustración ya es excepcionalmente bajo por sí solo y no creo que a estas alturas de la vida vaya a cambiar, así que en vez de obcecarme con intentar ser de una forma diferente he optado por aceptarme tal como soy y hacer uso de las facilidades que tengo a mi alcance, ya sean sprint en el aire infinito, no agotarse o invencibilidad según la situación lo requiera. Por norma general siempre tiendo a exigirme más de lo que en verdad puedo, quizás sea porque me educaron en esa forma de pensar de “si yo puedo, tu también”. Y mira, no, eso no es verdad. No todo el mundo tiene los mismos reflejos, ni paciencia. El afán de superación está muy bien pero, como todo, en su justa medida.
Hace unos años hubiera dicho “me voy a esforzar a tope, voy a dar lo mejor de mí” y posiblemente hubiese roto un par de mandos en el proceso, me hubiese frustrado mucho y hubiera acabado mandando el juego a tomar por culo, porque soy muy consciente de que los juegos de plataformas no son un género que se me dé bien. Porque lo que más me importaba era demostrarme a mi misma que yo podía, que era como los demás, que no era peor jugona.
¿Qué me estaba haciendo a mí misma? Tratar de demostrarme que era una TrueGamer™. Pero, ¿sabéis que? No le tengo que demostrar nada a nadie. Un juego es un juego. Si puedes pasártelo te lo pasas, si necesitas ayuda la pides y si consideras que su dificultad es demasiada y que ese esfuerzo no merece la pena, lo aparcas y a otra cosa. Y eso no te hace mejor ni peor, te hace ser honesta contigo misma, te dice que conoces y aceptas tus limitaciones y eso esta bien. Conocerse está genial y aceptarse y quererse mejor aún.
Pero hoy día, con 35 años, además soy consciente de que no pasa nada por pedir ayuda cuando lo necesitas y de que prefiero pedirla para acabar algo que dejarlo a medias. Y exactamente eso he hecho activando el modo de asistencia. Según la pantalla que tenía delante activaba o desactivaba opciones. Y no me arrepiento. Al fin y al cabo, me he pasado el juego y enterado de su historia que era lo que me interesaba.